UNIÓN CIVIL EN EL PERÚ
¿Qué está realmente en juego?
Educador y especialista en Teoría del Conocimiento
Las noticias en la actualidad nos dicen que quince países: Argentina, Bélgica, Brasil, Canadá, Dinamarca, España, Francia, Islandia, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos, Portugal, Sudáfrica, Suecia y Uruguay, además de varias jurisdicciones sub nacionales de México y los Estados Unidos, permiten casarse a las parejas del mismo sexo. Mientras tanto en el Perú, el lobby homosexual vuelve a la carga tratando de buscar la aprobación social de su estilo de vida esta vez de la mano del congresista Carlos Bruce, que pretende legitimar a través del congreso, las uniones homosexuales. Este proyecto es simplemente la punta del iceberg, que como demostraré en este artículo, va más allá de la simple aprobación o no del proyecto de “unión civil”.
Creo tener la certeza, por las respuestas de muchas personas que gustan opinar del tema, que hay más cosas que están realmente en juego que lo que el ciudadano de a pie ha podido discernir. También tengo la seguridad de que la mayoría de personas que apoyan esa posición, lo hacen más por un deseo -emotivo y voluntarista-, de una pretendida “igualdad”, sin caer en la cuenta de que están reforzando la tiranía de las doctrinas del igualitarismo por la vía del relativismo. De este modo, conocidos políticos, personas de la farándula o tus propios compañeros de clases, opinan a favor de las uniones civiles con muy buena fe, alimentados por el discurso persuasivo de los activistas de estas uniones (liberales e izquierdistas), aunque sin tener mayores elementos de juicio para reflexionar sus contenidos y formular las preguntas fundamentales. Hacia ello me abocaré en este –espero-, breve artículo.
Entonces, ¿qué está realmente en juego?
CUESTIONES BÁSICAS
¿Somos “homofóbicos” si no estamos de acuerdo con las uniones civiles homosexuales?
- Es parte de la dinámica social y esta es irreversible, primero fue la aceptación racial del negro, luego el voto de la mujer, ahora esta dinámica se expresa en las uniones gay, no hay mucho que puedas decir estimado amigo...
(Caras de asentimiento entre el público)
- Ah, bueno, ¿pero más allá de tu manifiesto determinismo sociológico, como sabes que eso va a ocurrir?, ¿No es acaso la historia misma la que muestra como la propia dinámica social revela el perpetuamiento de comportamientos e instituciones que corresponden a la naturaleza y al ser de las cosas?, ¿acaso no es el matrimonio entre un varón y una mujer, eje fundante de una familia natural, la institución, que con sus lógicas modulaciones en los contextos históricos–culturales, la realidad social que ha pervivido en el tiempo en desmedro de la poligamia o los “vicios griegos” que solo son excepciones que confirman la regla?
(Nuevas caras de asentimiento entre el público)
- No se puede debatir en este foro con un homofóbico, lo lamento por los organizadores…
En ese momento empezaron los murmullos de la gente ante la negativa de mi compañero de mesa de proseguir el debate, total, ya me habían etiquetado por responder a cada uno de los argumentos de mi “contendiente” sin utilizar desideratas proféticas.
Este es el primer obstáculo que quiero remover para poder entendernos, si no estás de acuerdo con lo que escribo, estás en todo tu derecho de disentir, pero quiero que sepas que nunca te voy a poner una etiqueta o un letrero por defender tus ideas porque eso solo revelaría escasez de argumentos o tal vez algo peor: la arrogancia del mediocre, así se haga llamar “científico social”, o “jurisconsulto”.
Al finalizar el pequeño debate que se les fue de las manos a los organizadores, jóvenes universitarios de una conocida universidad nacional, me quedé pensando en lo rápido que había concluido todo, el muchacho que me endilgó ese adjetivo, utilizado hoy en día como arma arrojadiza contra cualquiera que con o sin razones no está de acuerdo con ciertas ideas pro homosexualidad, tomó sus cosas y se fue con un seco “con permiso”. Él no era homosexual -al menos eso me pareció-, y sin embargo para él yo era un “homofóbico”, pensé entonces en todos mis amigos y amigas homosexuales quienes conocen como pienso pero que no tienen ningún reparo en continuar con nuestra amistad, es más, y al igual que con todos mis amigos, solemos pasarla muy bien en amenas conversaciones cuando de reuniones sociales se trata o cuando simplemente coincidimos por las calles de nuestra ciudad.
Por lo tanto y como criterio básico, quiero decir a todos los que están o estarán de acuerdo conmigo, que tienen todo el derecho de discrepar con quién sea y en donde sea si es que no están de acuerdo con las uniones civiles homosexuales y por eso no fueron, ni son, ni serán “homofóbicos”. No se queden callados.
El proyecto de unión civil homosexual como “Caballo de Troya”
En una primera impresión, pareciera que una unión civil homosexual es “inofensiva” y hasta cierto punto “necesaria” ante las “injusticias” y “discriminación” de una sociedad “conservadora”, “tradicional”, “intolerante”, etc., etc., etc. y demás epítetos que el discurso pro homosexual suele repetir. Pero tampoco somos unos lerdos para tragarnos todo el bocado sin reflexionarlo y sin poder diferenciar una verdadera injusticia de un montaje ideológico con estrategia propia.
Este mismo proceder se ha llevado a cabo con extraordinaria similitud en todos los países del “primer mundo” en los cuales se buscó primero doblegar la resistencia cultural por la introducción de una agenda internacional altamente politizada que no busca la protección legal de una persona homosexual sino que busca imponer el “estilo de vida” homosexual para que sea reconocido como plenamente legítimo, es decir, persuadir a la opinión pública de que la homosexualidad es normal pero “diferente”.
Esta resistencia cultural no será totalmente doblegada –la gran mayoría de peruanos en sucesivas encuestas han mostrado su oposición a estas uniones-, mientras las parejas de homosexuales no sean reconocidas como “familia”, es decir, que puedan “casarse” y “adoptar niños”, siendo este último punto el más rechazado por los peruanos en las encuestas. De ahí los desesperados esfuerzos por lograr ese hito social que funcionaría como un hito psicológico. Pero en una sociedad como la peruana, en donde no es posible conseguir la aprobación social y política suficiente como para instaurar los mal llamados “matrimonios igualitarios”, entonces la estrategia se dirige hacia la lucha por las “uniones civiles homosexuales”, a la que en su debido momento el conocido candidato presidencial Pedro Pablo Kuczynski quiso agregarle el componente de “no matrimonial”.
CUESTIONES ESENCIALES
La dictadura del relativismo y la sustitución de la razón por el sentimiento
Así seas abogado, sociólogo, psicólogo, educador o un ciudadano que quiere expresar su opinión libremente, debes saber que esta es la cuestión de fondo, lo demás es simple consecuencia, y muy lamentablemente a este nivel se discute poco o nada en los medios de comunicación social en la que ciertas líneas editoriales (La República, Diario 16 y La Primera) y ciertos periodistas (Beto Ortiz, Marco Sifuentes, Claudia Cisneros, etc.) escriben teniendo como marco ideológico el relativismo.
¿Existe una verdad conforme a la realidad en las uniones civiles homosexuales?
La pregunta es crucial, lamentablemente el debate toma un cariz moralista-religioso que poco ayuda al descubrimiento de las cuestiones de fondo y es que muchas personas en vez de preguntarse si debe o no reconocerse estas uniones, deberían preguntarse primero si existe una verdad conforme a la realidad en las uniones civiles homosexuales y si es que le hace bien a las propias personas homosexuales su estilo de vida como para considerar la posibilidad de una unión civil, que como ya he dicho, en el fondo busca ganar terreno para el establecimiento del “matrimonio igualitario”.
Astutamente la estrategia de los activistas a favor de las uniones civiles homosexuales no intenta defender abiertamente el comportamiento o el modo de vida homosexual sino se enfoca en el discurso de la no discriminación, los derechos humanos y la igualdad para lograr imponer las uniones civiles.
El discurso de los activistas siempre es el mismo, satanizando a todo el que se oponga a sus proclamas tachándolos de fascistas, conservadores –como si esta fuera una mala palabra-, reaccionarios, intolerantes, etc. Además sacarán siempre a colación alguna frase desafortunada, fuera de contexto, o manipulada, de alguna persona opositora para resaltar las tachas que gustan colocar. Ese fue el caso con las frases dichas por el congresista Carlos Tubino, el pastor Humberto Lay o el periodista Phillip Butters.
En la necesidad de reforzar la petición se emitirán reportajes -repetitivos hasta el hartazgo-, para mostrar a los homosexuales como víctimas que necesitan mayor protección del estado ante una sociedad “homofóbica” y que la aprobación de las uniones civiles es un “gran paso” para ello. Un gran ejemplo de la incongruencia de este método, se observa en los casos de Enrique Arméstar y los conocidos estilistas Marco Antonio y Alex Quiroga, brutalmente asesinados, no por una sociedad “homofóbica” sino por sus propias parejas resultado de sus temerarias promiscuidades sexuales. En estos casos da pena ver como se manipulan las memorias de los fallecidos aunque de argumentos nada o casi nada.
En muchas escuelas de abogacía se ha impuesto un concepto relativista de las cosas, expresado en muchos manuales de derecho “positivo”, que niega de antemano la posibilidad de conocer unos valores objetivamente válidos para todos los hombres. Al ver las noticias vemos como en general se acepta sin chistar la capacidad de conocer objetivamente los hechos, pero en lo referido a los patrones de comportamiento, todos valen siempre y cuando se elijan libremente. De este modo frases como “haz lo que te venga en gana siempre y cuando no molestes a los demás” es casi un dogma implícito sin caer en la cuenta que eso “que me viene en gana pero sin molestar a nadie” no puede ser un fin legal por el simple hecho de ser elegido y deseado “libremente”. Pero ¿es realmente así?, ¿un deseo es objetivamente válido porque lo elegimos o elegimos porque es objetivamente válido nuestro deseo?
Si en la actualidad en muchos países se están legalizando no solo las uniones civiles homosexuales sino también los “matrimonios igualitarios”, es porque se va estableciendo la dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo, dejando como criterio último de legislación, al propio “yo” y los propios deseos, rotulados –claro está-, con el sofisma del “triunfo de las libertades”.
Si los sentimientos son objeto de regulación legal, como por ejemplo el archiconocido “argumento emocional” de Giovanny Romero y de Juan Carlos Ferrando: “¿Si dos hombres o dos mujeres se aman, porque no pueden casarse por la ley?”, ¿qué impediría más adelante que yo me case con mi perro, o al mejor estilo de Richard Torres, que me case con un árbol?, si la razón es: “porque nos amamos”, entonces no habría ninguna razón para mirar mal a los que practican la zoofilia si es que estos quisieran legalizar sus uniones.
Es obvio que por medio de la razón reconocemos –más no inventamos ni consensuamos-, que existe una verdad superior y objetiva, situada por encima de nuestros deseos y sentimientos, que nos obliga a reconocer la dignidad de la persona humana y su naturaleza, por lo que de este modo, no podríamos legalizar la uniones entre personas y animales o entre personas y cosas. Por la razón podemos alcanzar a comprender la verdad conforme a la realidad de una unión civil, que el fin de esta, al ser una copia secular del matrimonio religioso, no es simplemente un “pasarla bien” ya que nadie se casa teniendo como leitmotiv el “pasarla bien” y ese no es argumento suficiente de legislación. El argumento emocional denota la unión de dos egoísmos, que no solo deben unirse en las buenas –para “pasarla bien”-, sino también en las malas, en la enfermedad o en la pobreza, hasta que la muerte y no la “incomodidad” los separe.
En el caso de las uniones civiles entre dos personas del mismo sexo, el argumento emocional no es criterio suficiente de justificación legal porque estaríamos situándolo al nivel de los casos antes mencionados y la dignidad humana, palabrita que proviene del cristianismo, lo impide. En el caso de dos personas del mismo sexo que quieren casarse y ser reconocidos por la ley, cabría preguntarse cuál es el fin de la institución civil que pretenden legalizar, ¿el fin será pasarla bien?, ¿es un compromiso real y normado aquél que se sostiene solo por el deseo sentimental, tan volátil como inestable?
Ahora, si el fin de la unión civil es “hacer familia”, ¿cómo será posible eso si por naturaleza es imposible?, ¿o acusaremos a la naturaleza por “homofóbica”? Biológicamente el cuerpo de un varón y una mujer son perfectamente complementarios, el estudio de su genitalidad y de sus cerebros, nos muestran a dos personas distintas pero complementarias por lo que cada órgano sexual encuentra su complemento reproductivo en el otro, pero ¿si es que se quiere “hacer familia”?, ¿cómo será posible si los cuerpos de dos hombres o de dos mujeres no son complementarios reproductivamente hablando? Y aquí también incluyo al estrambótico caso peruano de la pareja formada por Fiorella Cava, hombre travestido de mujer y de Jan Kahn, mujer travestida de hombre, además del ficticio embarazo de “hombre” en Argentina, que en verdad era una mujer transexual.
Oh sí, de seguro no se callaría Fiorella Cavas, o mejor dicho Sergio Cava, ex vocalista del grupo peruano ochentero “Jas”, transexual y activista, quién al igual que en una entrevista, me diría que el argumento biológico no es concluyente, porque si esto fuera así tampoco se podría reconocer como familia a una pareja de heterosexuales que tienen problemas de fertilidad. Lamentablemente querida “Fiorella”, esas son excepciones por disfunción más no por ausencia, que por ser excepciones, confirman la regla.
Por eso no se puede argumentar emocional y simplonamente con frases tales como “si dos homosexuales se aman ¿por qué impedir su unión?”, porque eso no le hace justicia a la propia pareja homosexual ya que en el fondo decir eso significa “haz lo que te venga en gana que no me importa”. Nadie dice que dos personas del mismo sexo no puedan amarse, o que no tengan la capacidad de amar, eso sería absurdo, también creo que dos personas homosexuales pueden hacer de sus vidas lo que ellas quieran –incluyendo lo que hagan bajo de sus sábanas-, pero otra cosa es promover y legitimar un estilo de vida sin tener mayores criterios de fondo que el de una imposición ideológica.
Para vencer la barrera biológica, los ideólogos del lobby homosexual la emprenden con la posibilidad de poder adoptar niños, revelando nuevamente, su ferviente deseo de equiparación con una familia natural y es aquí en donde surgen nuevos argumentos. Uno de los más oídos lo leí en la columna semanal del diario Perú 21 de otra persona interesada en la equiparación: la psicóloga Carmen González, también conocida como la “doctora cachetada”. Ella, fiel a su credo de izquierda, no daba ninguna razón para argumentar la equiparación de matrimonios, tan solo dijo textualmente: “Los sectores que son los grandes promotores de la libertad, en este tema son hiperconservadores, con argumentos absurdos: que hacen daño a la sociedad, a las familias y a las personas. Como si el matrimonio heterosexual fuera la gloria”. Típica “argumentación” Dra. González. En este caso la falacia parte al comparar lo mejor de uno: una supuesta e idílica pareja homosexual que busca adoptar un niño, con lo peor de la otra: una –lamentablemente real- pareja de heterosexuales que viven en medio de un infierno familiar.
Acá el problema no se enfoca así, se trata de comparar lo mejor de uno con lo mejor del otro y así ver que le conviene a un niño, tal como lo hizo ver con claridad el reconocido psicólogo Fernando Maestre. Por más real que sea una pareja homosexual bien constituida, jamás se va a comparar a una pareja heterosexual bien constituida, ya que el niño NECESITA Y TIENE DERECHO, A TENER UN PAPÁ Y UNA MAMÁ para desarrollarse plenamente: biológica, psicológica y espiritualmente. Aquí no se trata de tener el “derecho” de tener un hijo, porque tanto la pareja homosexual como la heterosexual, no tienen ningún “derecho de tener hijos”, ya que estos como personas humanas, no son OBJETO DE DERECHO -porque serían rebajados a simples bienes de consumo-, sino más bien, son SUJETOS DE DERECHO, es decir tienen derecho a que el estado garantice su máximo bienestar para desarrollarse plenamente y de la mejor forma como lo que es: una persona humana.
De este modo se puede entender los malabares semánticos y leguleyadas que la dictadura del relativismo impone a través de la agenda pro homosexual en países tales como Inglaterra o Australia, en donde no se reconoce legalmente en las inscripciones de registro civil a un PADRE o a una MADRE, sino estas palabras han sido sustituidas para reconocer a unos indeterminados “PARENT 1” y “PARENT 2”. De Ripley y aunque usted no lo crea.
Tampoco es cuestión de números, ya que se insiste machacona y erróneamente, que el 10 % de la población humana es homosexual, tal como lo escuché al desinformado Aldo Miyashiro en su programa nocturno. Este porcentaje está sacado del ya desacreditado “Informe Kinsey”, elaborado por Alfred C. Kinsey, zoólogo y homosexual con serios problemas emocionales, quién afirmó que el diez por ciento de los varones y el cuatro por ciento de los hombres blancos son exclusivamente homosexuales a lo largo de su vida. ¿Por qué está desacreditado actualmente este informe? Pues por el muestreo, ya que utilizó como población de muestra a 5300 hombres entre los que se encontraban 1200 condenados por violación sexual, pedófilos, exhibicionistas, prostitutos, y presidiarios, quienes en medio del desorden moral dentro de las cárceles suelen cometer actos homosexuales para satisfacer sus necesidades del bajo vientre. Uno de los estudios más serios, aceptado inclusive por organizaciones homosexuales, es el de Edward O. Laumann, que concluyó que el 2.8 % de los varones y el 1.4 % de las mujeres relatan algún nivel de identidad homosexual (o bisexual).
Tampoco puedo dejar escapar uno de los argumentos que esgrimió mi contendiente en el debate, un estudiante de sociología, quién afirmó que la homosexualidad no es moralmente aceptada porque ese es el paradigma occidental de matriz judeocristiana, y que en otros pueblos se han dado casos de uniones homosexuales en diversos estadios culturales. Encima y para remate, se le salió su corazoncito socialista de vertiente indigenista diciendo: “Después de dos guerra mundiales y las bombas atómicas, ¿Qué autoridad moral tiene occidente para imponer sus valores a toda la humanidad?”, ¡qué frasecita de mitin! El error de su argumentación pasa por su relativismo cultural, típico en los análisis de tinte marxista, que sitúan a las culturas como “fragmentos” en los que no se puede “leer” una humanidad subyacente a todas, es decir, desvinculando la cultura de sus dimensiones cognitiva y moral.
Pero, ¿cómo es posible justificar esta realidad que parece esparcirse por todo el mundo? Entonces, como racionalmente y en reconocimiento de la realidad de la naturaleza no les es posible, solo les queda un camino: LA INVERSIÓN DE VALORES POR LA JUBILACIÓN DE LA RAZÓN. ¿Qué ideas primarán entonces para construir un marco legal que permita estas y otras cosas más que se les antoje?
Para los pensadores del lobby homosexual el norte es claro, sino lean lo que escribió para el Chicago Free Press el activista homosexual Paul Varnell, el 16 de Agosto del 2000, en un artículo titulado “Defending our morality”: “De esta forma el movimiento homosexual, sea que lo reconozcamos o no, no es un movimiento de derechos ciudadanos, ni un movimiento de liberación sexual, sino una revolución moral con el objetivo de transformar la percepción de las personas sobre la homosexualidad” Más claro ni el agua.
En muchas escuelas universitarias se sigue con predilección una moral kantiana porque a partir de sus premisas y aunque la naturaleza diga lo contrario, se puede relativizar todo: “Una persona no está propiamente sujeta a ninguna ley fuera de las que él mismo establece, sea solo o en conjunto con otros” (I. KANT – “Introducción a la metafísica de la moral”)
Asimismo, la administración de justicia seguirá planteamientos que determinan la pobreza de los alcances de la razón conforme a una verdad de las cosas como el propuesto por Hans Kelsen en 1957 en su “afamado” artículo “¿Qué es justicia?”: “El problema de valores es, sobre todo, un problema de conflicto de valores. Problema que no puede resolverse mediante el conocimiento racional. La respuesta al problema planteado es siempre un juicio que, en última instancia, está determinado por factores emocionales, ostentando, por consiguiente, un carácter altamente subjetivo. Esto significa que es válido únicamente para el sujeto que formula el juicio siendo, en ese sentido, relativo”
Finalmente, toda esta subversión académica trascenderá en las esferas públicas, en donde los egresados, militantes del relativismo más intolerante, podrán poner en práctica estas ideas y lograr establecer sus conveniencias ideológicas. Ejemplificadora y paradigmática es la sentencia de la Corte Suprema norteamericana en el caso Lawrence vs Texas del 26 de Junio del 2003, que declaró, por seis votos contra tres, las siguientes afirmaciones: “En el núcleo de la libertad está el derecho de cada uno de definir su propio concepto de la existencia, del sentido del universo y del misterio de la vida humana”, “Cuando la sexualidad encuentra expresión manifiesta en una conducta íntima con otra persona, tal conducta puede ser apenas uno de los elementos de un vínculo personal más duradero. La libertad protegida por la Constitución permite a las personas homosexuales el derecho a realizar esa elección”
Señoras y señores, la mesa está servida.
“Sin Dios todo es posible” – Fedor Dostoyevski
En consecuencia de lo expuesto, ahora se entiende porque a la par de la promoción de las uniones civiles homosexuales -con campañas y eventos tales como “Parejas imaginarias” y todas las que abundan en las redes sociales-, también se hacen campañas pidiendo un “estado laico”, ¡que ya existe!, pero que el lobby homosexual lo quiere a su manera porque saben muy bien que la Iglesia y los creyentes con fe y razón siempre tendrán en cuenta la Ley Natural, es decir, la correspondencia de la naturaleza con el ser de las cosas y no seguirán el sonido de flauta del credo relativista. En estos esfuerzos se encuentran visiblemente las congresistas de izquierda Rosa Mavila y Verónica Mendoza así como el humalista Sergio Tejada y el ex chakano Carlos Bruce. Lo curioso es que las congresistas mencionadas son también las principales promotoras de la legalización del aborto en el Perú. ¿Notaron la coincidencia?
Así mismo, es fácil comprender porque casi todos los activistas que propugnan estas ideas son ateos, agnósticos o en su defecto creyentes “a su manera”, personajes mediáticos o personalidades muy conocidas a quienes cada cierto tiempo escuchamos lanzando diatribas y duros calificativos a la Iglesia y a los creyentes, como si fueran unos “iluminados”, situados más allá del bien y el mal ya que ellos creen saber mejor que nadie, qué es el hombre y cuál es la buena vida que debe vivir.
Por eso hay que saber reconocer lo correcto de lo sesgado de las opiniones de estas personas, así tengan un Nobel o un cargo de relevancia en las esferas públicas o privadas, que por el simple hecho de que cualquiera de ellos opine a favor ,¿por qué deberíamos estar de acuerdo? Existe el libre pensamiento y no debe importarnos elaborar un discurso “políticamente correcto” si es que antes no tenemos acceso a toda la información, a favor o en contra, para construir así una opinión válida y en consonancia con la verdad de las cosas y no porque alguna personalidad lo dice.
No se amedrenten, porque creo firmemente que esta moda pasará con el tiempo y tal vez no nos toque ver eso, pero al igual que con las fábulas marxistas y fascistas, las fábulas relativistas se acabarán porque ni cien mil mentiras juntas hacen una sola verdad.