JULIO PEREZ, LA SARITA Y LA RELIGIÓN
El concepto de “cultura” y la paporreta socialista…
Educador y especialista en Teoría del Conocimiento
La noche pintaba bien, claro, después de mucho tiempo asistía a un concierto de rock peruano en la capital y la pasaba de lo lindo en la mejor compañía (léase mi adorada novia), a pesar del amontonamiento y del inconfundible olor de la marihuana en el aire de rato en rato. “Los Protones”, “La Mente” y “Leuzemia” ya habían terminado de tocar y nos movíamos rápidamente para ganar un sitio más próximo al escenario ya que esperábamos ver a uno de mis grupos favoritos de casi toda la vida: “La Sarita”, y su inconfundible propuesta escénica. No está demás remarcar que este grupo –y tal como lo preconizan ellos mismos-, más que un conjunto musical es un “espacio” en el que se mezclan todas las expresiones musicales del Perú en torno al rock, logrando un producto que muchos entendidos llaman hoy “rock fusión”. También se ha hecho más notorio el tinte político del grupo, o al menos de su líder, el buen Julito Pérez, que ha ido decantándose hacia una izquierda cada vez más activa, cosa que tampoco me incomoda porque cada quién es libre de elegir su opción política así uno no la comparta.
En esta presentación de “La Sarita” hubieron más artistas compartiendo el escenario, como los ya conocidos danzantes de tijera, un violinista y un arpista ayacuchano además de la novedad de un flautista shipibo–conibo, performance aderezada con la perorata política, que tal como lo acabo de mencionar, se ha vuelto más abierta y repetitiva, (he visto los últimos reportajes y entrevistas que le han hecho en el último año y ya parece “disco rayado”).
Para empezar Pérez ahora habla de “indignarse”, palabreja utilizada por los cultores progres de toda manifestación Okupa con la salvedad de que él plantea esta “condición ciudadana” como la mejor manera, o mejor dicho, como “solución” –utilizando sus propias palabras- para acabar con el racismo cultural, ¿y qué es el racismo cultural?, pues según Pérez, es el vivir consintiendo en la práctica la afirmación de que una cultura pueda asumirse como superior a otra. Esta simple definición es muy ambigua y supongo que él lo clarificará, -si es que ya lo hecho y no lo he averiguado-, ya que si bien es cierto que no puede decirse que una cultura es superior a otra solo para validar una serie de atropellos y abusos, también es recontra estúpido igualar todas las culturas solo por un argumento emocional o político, ¿o podríamos igualar la alta cultura griega con la cultura desarrollada por una tribu de caníbales del caribe?
Sucede entonces que el pensamiento socialista arma un nuevo “caballito de batalla” pretendiendo inyectarse como un antídoto contra el “racismo cultural”, inoculando de este modo, un relativismo asqueroso y nauseabundo, que no es más que la claudicación de la razón en la determinación de lo que es bueno y lo que es malo en las expresiones humanas que solemos denominar como “cultura”. Y aún más, como la matriz de todo pensamiento socialista es el igualitarismo -a toda costa-, se evita todo tipo de jerarquización producto de cualquier saludable intento de análisis de antropología filosófica de los actos humanos que llamamos “cultura”.
Esta jerarquización es indispensable si queremos decantar todo lo que verdaderamente es “cultura” de lo que no lo es, partiendo de la premisa de que absolutamente todas las expresiones humanas poseen en su conjunto elementos “benignos”, que a la postre son los que deben prevalecer y perdurar en el tiempo como por ejemplo la filosofía griega, el derecho romano y la moral judeo-cristiana ya que en el debate académico podemos afirmar que eso es “superior” –en cuanto hace a los hombres más personas humanas-, a todo aquello que no puede llamarse cultura: elementos “malignos”, ya que estos llevan a la despersonalización de los seres humanos con expresiones tales como el canibalismo, el bestialismo, los sacrificios humanos, la poligamia, el incesto, la sodomía, la esclavitud, etc.
Si es que se trata de igualarlo todo, entonces Pérez se equivoca rotundamente ya que parte de un igualitarismo cultural que solo puede entenderse si es que se observa con los lentes empañados del socialismo cultural y sus métodos, en los que de pronto todo vale y toda forma “cultural” se justifica por si misma. Por eso muchos sociólogos de matriz izquierdosa justifican el homosexualismo equiparándolo a la relación natural entre un varón y una mujer solo porque tal o cual tribu de la polinesia o del África la practican. Del mismo modo ven socialismo y maravillas en el incanato y solo ven expoliación en la conquista, siendo incapaces de ver algo positivo en lo que no les conviene, realizando al fin y al cabo, un sesgado pero muy real ejercicio de jerarquización de acciones aunque esto sea la evidencia de la “ley del embudo” en su discurso.
Debo suponer que en esa línea va el buen Julito Pérez, total, ya lo habíamos visto políticamente activo junto a líderes de izquierda en la Casona de San Marcos el día en que Mario Vargas Llosa fungió de “garante” de la opción humalista, pero bueno, tampoco le echaremos los perros a Pérez, porque también es cierto que en nuestra historia y por muchísimos años se utilizó el argumento positivista para superponer unas culturas sobre otras y así poder legitimar flagrantes abusos de poder, sino ¿cómo explicar la delicadísima actuación del afamado presidente Ramón Castilla mandando a las tropas gubernamentales a “convencer” a los indios de la selva central de “civilizarse”?; ¿cómo explicar la muy patriota decisión del presidente Rufino Echenique de solicitar migrantes europeos para “mejorar” la raza de los pueblos de la selva peruana?; o ¿cómo explicar las ideas muy enraizadas en la memoria colectiva popular peruana de que el indio es traicionero, bruto y cochino? Sin dudas argumentos prácticos del positivismo filosófico que casi siempre han degenerado en la eugenesia y el racismo cultural -en el más suave de los casos-. Todo esto de cristiano no tiene absolutamente nada, aunque los presidentes en mención se hayan afirmado como católicos.
Hago estas precisiones porque Julio Pérez al final de su perorata, mencionó a los posibles causantes de tanta injusticia y mencionó entre ellos a la religión católica, repitiendo un siempre manoseado argumento que no es más que un espejismo visible y evidente: “como los autores intelectuales y/o materiales de estos hechos eran católicos o creyentes, entonces ¡¡¡la religión es mala!!!”.
Este argumento es una evidente falacia ad hominem, ya que el hecho de que presuntos o confesos católicos lo hayan hecho (y muy mal), no significa que esa religión sea la causante, sino más bien, eso muestra el real e inestable mundo de las decisiones humanas, que a sabiendas de lo que está mal, cometemos a veces actos moralmente ilícitos por conveniencias o intereses, sean económicos, ideológicos o políticos.
También es justo precisarle a Julio Pérez que su añoranza por la religión naturalista inca no es más que un romanticismo que carece de rigor teológico, porque la religión inca es una protoreligión, que contemplaba entre otras cosas, sacrificios humanos además de la poligamia y la esclavitud. Por más que algunos ejemplos cristianos dejen mucho que desear, no hay siquiera un asomo de punto de equiparación.
Por esto y muchas razones más -a manera de colofón-, diré que no sé si las convicciones políticas de Julito Pérez harán resaltar la propuesta musical de “La Sarita”, (sigo creyendo que es una magnífica banda y que tiene temas buenísimos), pero también creo que le falta estudiar un poco más el asunto y su problemática, ya que no es tan sencillo como una simple lección de paporreta socialista. Hasta el próximo concierto y que ¡¡¡dance la raza!!!