ANTI VIRUS MENTAL PARA TODAS LAS MUJERES EN SU DÍA – PARTE I
Como reconocer un verdadero feminismo de un mamotreto ideológico
Educador y especialista en Teoría del Conocimiento
No hay que ser un genio para darse cuenta que el feminismo, tal y como se propugna y se impulsa en el Perú, es claramente una ideología de orientación homosexualista, en la cual las lesbianistas (lesbianas propulsoras del lesbianismo) quieren, según su lógica de interés, determinar políticamente lo que deben y no deben pensar y hacer las mujeres que no lo son. Tremenda actitud autoritaria. No hay que ser un gran investigador, solo basta ver en sus direcciones web quiénes son las ideólogas del feminismo nacional –e internacional-, como para estar de acuerdo con mi aseveración. Pero tanto lesbianas como heterosexuales feministas, ambas mujeres por igual, se proclaman representantes y defensoras de todas las mujeres. ¿De todas?, ¿según quién?
Tampoco hay que ser un genio para darse cuenta que al no poseer un sustento teórico propio, este tipo de feminismo echa mano de otro reduccionismo totalitario, el socialismo, y eso explica el porqué de sus típicas frases y consignas y de su lectura de lo femenino y lo masculino, no en clave de complementariedad, sino en clave de lucha de poderes. Pernicioso.
El feminismo igualitario vive en las nubes porque desconoce la realidad profunda de las diferencias entre un varón y una mujer. Emular al varón no es ningún camino. Siendo plenamente mujeres, desde una antropología no reduccionista y defendiendo la identidad femenina es que se alcanzará la pretendida igualdad, que no es lo mismo que el igualitarismo. Por lo tanto, el feminismo más auténtico es sin dudas el de la complementariedad.
Por eso y porque quiero y amo a mujeres concretas, con nombre y apellido, y no al ambiguo termino colectivo “las mujeres” es que les regalo por su día cinco anti virus mentales que las librarán de una infección cognitiva de los numerosos malwares que el credo feminista infecta a diestra y siniestra.
Malware 1: La alternancia de género en las cuotas políticas.
Insistencia machacona de las congresistas Rosa Mavila y Veronika Mendoza, ambas de izquierda, pro abortistas y con otras perlas ideológicas más.
Aplicando el antivirus 1: El sistema de cuotas para equiparar la presencia de hombres y mujeres en la vida pública funciona en unos pocos países y ha sido un fracaso. ¿Por qué?, porque una cosa es buscar la igualdad y otra el igualitarismo (en términos cuantitativos), que es la opción terca de las feministas. El caso más ejemplificador de este malware se observó en Francia, donde la paridad exigió incluso una reforma constitucional en diciembre de 1999. Los socialistas –para variar-, impulsores de la reforma, fueron los primeros en preferir una multa -disminución de la subvención del Estado a un partido que no cumple con lo establecido-, a confeccionar sus listas para las legislativas de acuerdo con lo que ellos mismos legislaron. Lo revelador es que el porcentaje de candidatas socialistas en las últimas elecciones nunca alcanzó el 50% marcado por la ley, y siempre ha bordeado entre un 30 a 35 %. Sin embargo, quienes sí pudieron respetar el criterio legal fueron los partidos minoritarios, que al ser pequeños y sin necesidad de grandes debates y elecciones internas primarias, les fue fácil inscribir a sus candidatas casi al dedillo, porque no había mucho de donde elegir, de modo que la presencia de las mujeres en la Asamblea Francesa estaba constituida mayormente por las representantes de los partidos más radicales. Era increíble ver que proporcionalmente, las mujeres estaban mejor “representadas” por los partidos radicales y minoritarios que por las grandes formaciones políticas.
Ahora, transpolando esto al Perú, ¿por qué se afanan tanto las congresistas del Frente Amplio de izquierda por la alternancia de género en las cuotas políticas? Pues porque su partido, como todos los partidos de la izquierda peruana, simplemente no representan a casi nadie ya que en todas las elecciones sus votos no pasan de una cifra porcentual. Ni la mayoría de mujeres peruanas votan por ellas, pero con una ley de equiparidad política cuantitativa estarían en mejores condiciones de lograr en mesa los puntos que no pueden ni podrán ganar en cancha.
Por lo tanto, el antivirus mental consiste en rechazar de plano la igualdad por ley, porque tanto tú como yo, creemos que una mujer no debe estar en algún sitio por decreto, sino por la promoción y el reconocimiento de su capacidad profesional. La pretendida ley, lejos de equiparar y sanear las relaciones de género en la sociedad, las escinden más porque esto presupone la partición del mundo en dos mitades, hombres y mujeres, haciendo de la diferencia un criterio de acción política. Segregador y divisionista.
El anti virus mental evidencia el riesgo de que los derechos se acaben poseyendo, no sobre la común condición de ciudadanos, sino sobre la base de unas determinadas particularidades que se posean, como la pertenencia al “grupo”, y no a la “polis”. A su vez este sectarismo sería la garantía de la validez de estos derechos. Atroz. Para los fieles de la religión feminista la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer se expresan en una perfecta simetría social cuantitativa, pero de acuerdo con el ideal de la simetría, todo lo que se aleje de ese ideal pasaría a ser interpretado en clave de dominación patriarcal. Y que empiecen –una vez más- las frasecitas mientras vamos marchando al son de Pario Paula.
Esta interpretación se descubre errónea si se tiene en consideración algunas observaciones sociológicas como la recurrente feminización de algunas profesiones, ya que en un contexto de libertad de elección para las mujeres y sin que nadie las obligue a ello, carreras profesionales como enfermería, educación inicial, relaciones públicas y los trabajos de oficina constituyen cotos laborales abrumadoramente femeninos.
Igualdad, en términos de ciudadanía, no es sinónimo de paridad.
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