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¿SOY UN "CAVIAR"?

¿QUÉ ES UN“CAVIAR”?

Clarificando el concepto con la “Cigarra y la Hormiga”

Educador y especialista en Teoría del Conocimiento

ALDO LLANOS MARÍN

Publicado: 2014-02-27

Siempre las redes sociales se ponen revueltas con las columnas de opinión de Aldo “Alditus” Mariátegui -sin dudas la pesadilla de los progres-, en las que se manda con todo y contra todos los que él cataloga como “caviares”. Las respuestas nunca se hacen esperar, teniendo en cuenta que muchos simpatizantes de izquierda están inmersos en la web de modo muy activo y militante. Estas respuestas son de todo tipo y calibre porque por alguna extraña razón muchos se sienten aludidos, total, si alguien no es un “CAVIAR” (dícese de aquel parásito que viniendo de una posición socioeconómica alta, petardea el sistema que este no se atreve a dejar y que utiliza en provecho propio para vivir opíparamente a costa de la prédica en favor de los pobres) ¿por qué ofenderse?

ALDO MARIÁTEGUI, LA PESADILLA DE LOS "PROGRES"

Particularmente no soy de izquierda, es más, creo que son muchas las cosas negativas y perjudiciales que este sistema promueve en sus contenidos y formas como tampoco soy comulgante de una derecha liberal porque en el fondo las dos son caras de la misma moneda: la moneda de la anti humanidad. (En cuanto a su visión del hombre ambas son un esperpento).

Pero el guante esta allí, en el suelo, y todos lo recogen, se desgañitan y se alteran, con puyas e improperios, con referencias periodísticas y academicismos de por medio, es una batahola que se ha vuelto debate nacional en la que nadie quiere perder sin argumentos, pero vamos, seamos justos y clarifiquemos esto de una vez por todas y para que no quede ninguna duda, por lo que seré lo más didáctico posible utilizando un cuento tradicional que nos ayudará a clarificar lo que significa ser un “CAVIAR”. ¿Me acompañan?

LA CIGARRA “CAVIAR” Y LA HORMIGA “FASCISTA” *

En un parque de Lima, no muy lejano, había una cigarra que pasaba sus días en la rama de un viejo olivar leyendo a Saramago, cantando canciones de Pablo Milanés y fumando un “porrito”, es decir y tal como lo describe en su cuenta de Twitter: “luchando por un mundo más justo”

Era un típico verano caluroso de nuestra ciudad, que se acentuaba más en las estrechas calles de ese distrito en la que vivía la cigarra. Este era un cómodo departamento ubicado en las alturas de un árbol, obtenida por herencia familiar, bendita suerte que le dejó su abuelo que siempre quiso marcar distancias con su género y se rompió el lomo durante toda su vida para darle todas las comodidades a su familia en los sesentas, aunque el hijo, o sea el padre de la cigarra, sintió que lo suyo era vestir polos rojos con la foto del Che Guevara y lanzar piedras a la policía en horario de clases de universidad. (Buen ejemplo de estudiante comprometido con el cambio).

Pero estos tiempos son otros y nuestra cigarra ahora lucha también desde su trabajo en un centro de estudios superiores (privado, ¡¡¡faltaba más!!!), contra el cambio climático y demás taras sociales que hicieron su aparición en el planeta por culpa del capitalismo.

Muy cerca de allí, para ser más exactos junto a la raíz más grande del olivar, vivía una hormiga que tenía su casita excavada en la tierra en la que invirtió todo sus ahorros y los que le dejaron. Pero esta hormiga, en una actitud odiosamente egoísta, nunca hacía nada por cambiar la clasista sociedad peruana sino que se pasaba todos los días recogiendo comida y guardándola en su hormiguero para, según decía, poder alimentarse cuando llegara el crudo invierno de Lima, con sus copiosas garúas matutinas y densas neblinas.

El verano transcurrió en este estado de cosas: la cigarra haciendo su “labor” de “concientización social” con el resto de insectos del parque, o sea organizando marchas y pintarrajeando los monumentos públicos, tejiendo chalinas kilométricas, trabajando “flashs mobs” en el atrio de la catedral etc., mientras que la indolente hormiga acaparaba bienes de consumo y se hallaba ajena a cualquier razonamiento solidario con el pueblo explotado y con las minorías discriminadas.

Sin dudas luchar en favor de los pobres, las minorías y en contra del cambio climático es agotador, por eso nuestra cigarra siempre departe con sus colegas estos esfuerzos en los muy proletarios restaurantes de cinco tenedores de Miraflores y en coctelitos exclusivos en casonas de Barranco, desplazando su combativo trasero en un ecológico y muy ahorrador auto 4×4 gasolinero full equipo. 

Llegó el otoño y la hormiga seguía recolectando comida de sol a sol mientras cantaba para entretenerse el fujimontesinista himno “Chino, chino, chino” (esto último es lo que propalaba la cigarra al resto de insectos desde su redacción bloguera solo para desprestigiarla, aunque en realidad la hormiga no había cantado nunca en su vida).

La despensa de la hormiga acaparadora e insolidaria estaba casi repleta, lo que le garantizaba que por muy crudo que fuera el invierno, no tendría que salir de casa a pasar frío para tener que llenarse el estómago, total, en el asfixiante y competitivo mundo reaccionario, “competitividad” es una palabra soez para todo ciudadano verdaderamente proletario.

Hasta que llegó el invierno y fue mucho más frio que los anteriores, con temperaturas tan bajas que el SENAHMI alertó a todos que tomen sus precauciones (Claro, esta es una de las paradojas de la perorata cigarresca del calentamiento global, que tan buenos réditos le había dejado a su ONG en mejores tiempos pasados), así que la cigarra al terminar de gastar el último centavo de herencia que le quedaba empezó a padecer de frío y de hambre, mientras que la insensible y descorazonada hormiga, pasaba los días felizmente apapachada junto al fuego de la chimenea acondicionada y comiendo de lo almacenado durante los meses anteriores. 

La situación era un ejemplo evidente de injusticia social. “¿Por qué tengo que pasar frío y hambre mientras esa fascista vive rodeada de lujos sin querer compartir sus bienes con los más desfavorecidos?”, clamaba la cigarra desde su rama a todo el que la quisiera oír. Rápidamente el caso de la cigarra se hizo popular gracias a la avalancha de información mediática que hizo mucho eco entre los sectores más “concientizados” de la sociedad, entonces los movimientos solidarios de vanguardia autodenominados “sociedad civil” organizaron manifestaciones en la puerta del hormiguero –con percusionistas de timbales africanos y cabezones de carnaval cajamarquino-, denunciando el egoísmo de la hormiga, situación agravada por el hecho de que esta no se daba por aludida.

Los espacios noticiosos de televisión abierta iniciaban las transmisiones con imágenes de la pobre cigarra moribunda de hambre y tiritando de frío, alternadas con otras de la hormiga cómodamente instalada en su casa comiendo de lo lindo. La opinión pública estaba escandalizada por el hecho de que el capitalismo pudiera provocar situaciones tan injustas. 

Entonces el gobierno -recientemente elegido con ayuda de la cigarra-, asustado por las encuestas, decidió tomar cartas en el asunto y promulgó una ley con “rostro social” de carácter retroactivo que condenaba a todo aquel que no compartiera con los demás los frutos de su trabajo. A la hormiga y a sus socios les cayó una multa casi casi como la de Alemania en Versalles al final de la I Guerra Mundial y encima fue enjuiciada por organismos afines a la cigarra para que le paguen una fuerte indemnización a esta pobre víctima del capitalismo hambreador y expoliador.

A la hormiga no le quedó más remedio que vender su casa -despensa incluida-, para hacer frente a la multa y a los treintainueve juicios que le abrieron los defensores de las reivindicaciones sociales justas. Pero como esta hormiga es una zamarra, tenía escondido –por si acaso-, un depósito de provisiones en un paraíso fiscal localizado en otro parque en el que abundan las casuarinas con el miedo de que la fiscalía de la nación descubriera algún día sus avariciosos manejos.

Pero ¿qué pasó con el hormiguero?, pues se convirtió en un “centro cultural” para cigarras “indignadas” que en cuestión de días acabaron con todas las reservas alimenticias sin pagar nada. Los programas periodísticos mientras tanto, daban cuenta por aquellos días de la histórica noticia, mostrando a la audiencia la felicidad de la cigarra y sus camaradas a las que por fin se había tratado con justicia. Cuando se acabó la comida, las cigarras empezaron a provocar altercados con el Estado primero y luego entre ellas, dejando abandonado y destrozado finalmente el hormiguero. Días después nuestra cigarra, víctima de la depresión por vivir en este mundo aun capitalista moría de una sobredosis… por culpa de la sociedad neoliberal, naturalmente. 

Las organizaciones solidarias pidieron la renuncia del premier y del ministro de economía y exigieron al parlamento que constituyera una comisión de investigación de alto nivel, que hallara responsabilidades por el fallecimiento de la cigarra, símbolo de las reivindicaciones sociales en favor de la justicia redistributiva.

Hoy la cigarra tiene un monumento esculpido con las técnicas del muy entendible arte abstracto (una piedra), cerca del hormiguero expropiado, con una inscripción que reza: “A la cigarra, luchadora por la libertad de los desposeídos, cuya injusta muerte no pudimos evitar”, aunque ayercito nomas un desadaptado usando un espray acababa de pintarrajearla con la palabra “CAVIAR”

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¿Y tú?, ¿crees también que nuestra cigarra es un “CAVIAR”?

* Adaptación hecha a partir del libro “CÓMO CONVERTIRSE EN UN ÍCONO PROGRE” de Pablo Molina, Editorial Libros Libres, Madrid 2008.

Escrito por

ALDO LLANOS MARÍN

Disfrutando del placer de buscar y alcanzar la verdad.


Publicado en

La dictadura del relativismo

Analizando el origen, sentido y finalidad de esta sin razón disfrazada de intelectualismo.